El violín de Sherlock Holmes

Sherlock Holmes (al que, suponemos, conoces perfectamente) toca el violín.

Lo toca muy bien, de hecho.

¿Dónde o cuándo aprendió? Irrelevante.

Lo que nos interesa es para qué lo toca. En qué momentos lo hace.

Y también nos interesa que sin violín (o sin fumar en pipa, o sin ir a la ópera), Sherlock no sería capaz de resolver los casos con la lucidez y pretendida facilidad con que lo hace.

Primero recaba toda la información que puede.

Luego, la procesa y reflexiona sobre todo lo que ha averiguado.

Una vez ha hecho esto, se pone a tocar el violín.

Y entonces, sin previo aviso, la solución o el siguiente paso en la investigación aparece en su mente.

¿Por qué? Porque, al ponerse a tocar el violín, Holmes ha pasado el problema (el crimen a resolver) de su cerebro consciente a su cerebro inconsciente.

Esta actividad (tocar el violín) cumple 3 características fundamentales:

1) No tiene relación con el objetivo de Sherlock (resolver un crimen).

2) No le exige demasiado esfuerzo cognitivo (ya hemos dicho que es un gran violinista).

3) Disfruta haciéndolo.

Mientras toca el violín, su cerebro inconsciente sigue manipulando, observando y trabajando en el problema original.

Hasta que encuentra una respuesta interesante y se la lanza al cerebro consciente.

Seguro que te ha pasado alguna vez: mientras haces la compra, navegas sin rumbo por internet o das un paseo, de repente, la solución a un problema aparece ante tus ojos.

Encuentra tu violín y úsalo cuando te atasques en un problema.

Ejemplo extraído del libro «Cómo pensar como Sherlock Holmes», de Maria Konnikova.

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